Desde este BLOG quiero aprovechar para desearles una FELIZ NAVIDAD y que el 2017 sea un año con mucha salud, amor, trabajo, solidaridad e ilusión.
¡FELICES FIESTAS NAVIDEÑAS!
Para los que deseen un canto navideño más clásico:"O holy night":
Para los que quieran escuchar algo de nuestra tierra, Canarias, el villancico "Lo Divino"
FELIZ NAVIDAD 2019
El canto de la lotería el 22 de diciembre por los niños del colegio San Ildefonso, ha marcado desde mi niñez el inicio de la Navidad. Recuerdo que ese día todo el mundo oía por la radio con emoción y esperanza, esperando que uno de los niños cantara el número de su boleto. Yo no entendía qué era aquello, pero sí sabía que era importante para los adultos, hasta el punto que todo el mundo parecía más alegre de lo habitual.
Ese día yo era muy feliz porque significaba el reencuentro de mi familia materna, el poder pasar las vacaciones con mis primos, a los que hacía un año que no veía y con los que me lo pasaría genial.
Al siguiente día o quizás el 24 participaríamos en el maravilloso ritual de montar el árbol y el Belén.
En aquellos tiempos el árbol era natural. Alguien nos regalaba una bonita rama de pino canario ( algo torcida), que desprendía un olor increíble y que decorábamos con ayuda de los mayores. De una enorme caja de cartón iban saliendo las bolitas de navidad (nosotros las conocíamos por el nombre de soplillos) envueltas en papel de seda. Eran muy lindas y delicadas; de cristal y de vivos colores. Unas eran simples bolitas, pero la mayoría ( las que más nos gustaban) tenían formas especiales: piñas, casitas, flores, un cisne,...; incluso había un Papá Noel algo deteriorado, ya que era de barro y pintado con brillantes colores. El toque final lo aportaban las guirnaldas y las luces (la instalación). Los adultos preferían poner solo guirnaldas plateadas, pero los niños nos inclinábamos por las de colores diferentes. Unas veces ganaban los mayores y otras, nosotros. La instalación era preciosa: de cristal, en forma de flores de tres pétalos. Siempre había que reparar alguna luz y de eso se encargaba mi padre.
EL Belén generaba mucha ilusión. Primero había que ir a buscar las hierbas y el musgo y luego, proceder a su montaje. De unas cajas íbamos sacando las figuritas y casitas envueltas en papel de seda. Como pasaba con la decoración del árbol, se ponía mucha atención porque las figuras de personas y animales eran de barro y podían romperse. Las casitas las había construido mi padre con corcho y luego, las había pintado. Aquellos trozos de corteza, de corcho, el musgo y las hierbas eran colocados de tal manera que parecía un auténtico paisaje campestre. La iluminación y el cielo estrellado le daban el toque adecuado para que nuestra imaginación volara.
Se tardaba mucho en hacer esto, pero cuando terminábamos, y antes de cenar, teníamos tiempo para cantar villancicos. Sí, en mi niñez canté esos villancicos que ahora los progres declaran no gustarles para nada y catalogarlos de horribles. Campana sobre campana, Lo Divino, Los peces en el río, Alegría, alegría,... Era un día muy alegre y feliz para todos.
El olor a Navidad, esa mezcla maravillosa del aroma del pino, del musgo y de las truchas de batata, invadía nuestras vida durante todas las vacaciones. Ahora, cuando voy al campo, el sentir ese olor me transporta a aquellos días felices, rodeada de mis seres queridos y ajena a cualquier problema o dolor por las ausencias. Ese sentimiento agradable ante estas fechas he intentado transmitirlo a mis hijas. En un mundo en el que se nos quiere uniformar, en el que el consumismo parece ser el nuevo dios, sigo intentando, con dificultad, que mis hijas no caigan en él y he procurado que disfruten de su niñez como NIÑAS, no como adultas en miniatura a las que se les roba su ingenuidad, su inocencia y su fantasía.
Feliz Navidad para todos y que el próximo año nos traiga salud, justicia, solidaridad y la inteligencia de saber disfrutar el día a día y la compañía de nuestra familia y amigos.
Canarias
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